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Escuela de japoneses en Chancay 1924
Como sabemos, los japoneses –al igual que los chinos- fueron traídos para realizar labores agrícolas en las haciendas azucareras de la costa. De allí que la fuerte presencia japonesa en los valles de Barranca, Chancay-Huaral, Huacho, Cañete, Ica, Sayán, Pisco o Laredo es numerosa. La disciplina y la unión de los silenciosos japoneses fueron de vital importancia para que conservaran sus costumbres, su idioma, su religión y sobre todo su rica gastronomía. A diferencia de los chinos, no fueron tan revoltosos ni belicosos. Esto sirvió para que a partir de 1923 –durante el gobierno de Leguía- se les permitiera ingresar como inmigrantes libres. Durante las primeras décadas del siglo XX, los hacendados de Chancay optaron mantenerse como rentistas y entregaron sus haciendas en arrendamiento. Entre los arrendatarios aparecieron dos antiguos inmigrantes japoneses, arribados en 1899: Ikumatsu Okada y su socio, Hatsusaburu Motonishi. Ambos, inicialmente peones, se convirtieron en arrendatarios y con la participación de numerosos inmigrantes japoneses, como “yanaconas” , transformaron la estructura económica del valle, expandiéndose, además de la agricultura, a la actividad comercial. De esta manera, consiguieron una notoria influencia social no solo en Chancay sino en todo el “norte chico”.

Escuela de japoneses en Chancay 1924

Las actividades de Okada en Chancay se iniciaron en 1909 cuando llegó como peón a Palpa. Luego montó un tambo (bodega) y consiguió algunas parcelas en “yanaconaje”. Con él, el número de japoneses en el valle se incrementó en forma acelerada. A partir de 1923, Okada arrendó varias haciendas: “La Huaca”, “Jecuán”, “Caqui”, “Miraflores” y “Jesús del Valle”. Todas las transformó, desde la instalación de luz eléctrica y agua potable en las rancherías o viviendas de los trabajadores hasta la apertura de escuelas, cines y tambos; asimismo, la modernización de la administración y la producción. De alguna manera, cambió la explotación individual por una empresarial con el desarrollo de la mecanización, la horticultura intensiva, la introducción de nuevos cultivos y la racionalización de la administración. Finalmente, junto a sus actividades agrícolas, Okada incursionó en el comercio con el apoyo de la comunidad japonesa de la zona. La mayor parte de los japoneses trabajaba como “yanaconas” y, en las haciendas de Okada como empleados en la administración. El resto de la población japonesa estaba en el comercio y logró tener negocios exitosos en Huaral, donde desplazaron a los chinos. En la década de 1930, además de la Negociación Okada, operaban en Chancay las empresas “Perú Menka Kabushiki Kaisha”, “J. Hechima” y la “Sociaedad Agrícola Retes Ltda.”; estas tres últimas, de capitales japoneses, controlaban las haciendas de palpa, Pacasmayo y Retes-García Alonso. En resumen, de las 19 haciendas del valle, 6 estaban en manos de antiguos inmigrantes y 3 de inversionistas japoneses, además de las numerosas parcelas en posesión de los “yanaconas” de origen japonés. En 1941, las actividades de Okada y su podere n el valle habían logrado tal éxito que llegó un enviado del emperador Hirohito para otorgarle la máxima condecoración civil del Imperio. En ese tiempo, Okada tenía dos grandes empresas: “Negociación Agrícola Okada” y la “Sociedad Industrial Japonesa”, además de algunas subsidiarias. Todas ellas controlaban las desmotadoras de La Huaca y Jesús del Valle, una fábrica de aceite, 6 haciendas (La Huaca, Jesús del Valle, Caqui, Miraflores, Jecuán, Laure), el fundo El Chical, más parte del comercio mayorista de abarrotes.

Escuela de japoneses en Chancay 1924

Lógicamente, el poder económico y social de Okada dieron la imagen de dominio total de la estructura del valle por los japoneses, lo que ocasionó la envidia de otros sectores y fue el caldo de cultivo de la lamentable persecución que se desató en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra marcó el receso de las actividades de los japoneses en Chancay, ya que sus propiedades fueron confiscadas y la gran mayoría de ellos fueron expulsados. Okada fue deportado y enviado a un campo de concentración en los Estados Unidos y murió años después en el Japón. A manera de resumen, podríamos decir que en el caso de Chancay, los japoneses se adaptaron a las costumbres locales. Los nuevos inmigrantes trajeron un pequeño capital que lo invirtieron en establecer pequeños negocios como bodegas, peluquerías, cafetines y restaurantes. El espíritu de trabajo, la cultura del ahorro y la unión familiar, hicieron que los japoneses rápidamente crecieran. El antiguo peón agrícola pudo adquirir una parcela y trabajar la tierra para su propio beneficio. Entonces se fundaron clubes, asociaciones, mutuales que los agrupara, con la finalidad de apoyarse solidariamente (En 1927, por ejemplo, nació la Fundación de la Sociedad Central Japonesa de Chancay). Esta práctica fue beneficiosa para todos, lo que les permitió progresar en poco tiempo y, lamentablemente también, despertar la envidia de algunos grupos.
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