Como sabemos, los japoneses –al igual que los chinos- fueron traídos para realizar labores agrícolas en las haciendas azucareras de la costa. De allí que la fuerte presencia japonesa en los valles de Barranca, Chancay-Huaral, Huacho, Cañete, Ica, Sayán, Pisco o Laredo es numerosa. La disciplina y la unión de los silenciosos japoneses fueron de vital importancia para que conservaran sus costumbres, su idioma, su religión y sobre todo su rica gastronomía. A diferencia de los chinos, no fueron tan revoltosos ni belicosos. Esto sirvió para que a partir de 1923 –durante el gobierno de Leguía- se les permitiera ingresar como inmigrantes libres. Durante las primeras décadas del siglo XX, los hacendados de Chancay optaron mantenerse como rentistas y entregaron sus haciendas en arrendamiento. Entre los arrendatarios aparecieron dos antiguos inmigrantes japoneses, arribados en 1899: Ikumatsu Okada y su socio, Hatsusaburu Motonishi. Ambos, inicialmente peones, se convirtieron en arrendatarios y con la participación de numerosos inmigrantes japoneses, como “yanaconas” , transformaron la estructura económica del valle, expandiéndose, además de la agricultura, a la actividad comercial. De esta manera, consiguieron una notoria influencia social no solo en Chancay sino en todo el “norte chico”.
Escuela de japoneses en Peru 1924
Como sabemos, los japoneses –al igual que los chinos- fueron traídos para realizar labores agrícolas en las haciendas azucareras de la costa. De allí que la fuerte presencia japonesa en los valles de Barranca, Chancay-Huaral, Huacho, Cañete, Ica, Sayán, Pisco o Laredo es numerosa. La disciplina y la unión de los silenciosos japoneses fueron de vital importancia para que conservaran sus costumbres, su idioma, su religión y sobre todo su rica gastronomía. A diferencia de los chinos, no fueron tan revoltosos ni belicosos. Esto sirvió para que a partir de 1923 –durante el gobierno de Leguía- se les permitiera ingresar como inmigrantes libres. Durante las primeras décadas del siglo XX, los hacendados de Chancay optaron mantenerse como rentistas y entregaron sus haciendas en arrendamiento. Entre los arrendatarios aparecieron dos antiguos inmigrantes japoneses, arribados en 1899: Ikumatsu Okada y su socio, Hatsusaburu Motonishi. Ambos, inicialmente peones, se convirtieron en arrendatarios y con la participación de numerosos inmigrantes japoneses, como “yanaconas” , transformaron la estructura económica del valle, expandiéndose, además de la agricultura, a la actividad comercial. De esta manera, consiguieron una notoria influencia social no solo en Chancay sino en todo el “norte chico”.
Publicar un comentario