la casa del diablo en ica
Un sol, dos soles... quizá cinco, si el turista está amable. Así transcurren los días en el pueblo de Cachiche. "Si te llevo a la Casa del Diablo, ya tiene que ser más, porque está lejos y hay que ir en carro", me advierte uno de los niños guía que me atrapó bajando del taxi. Cachiche es un pueblito polvoriento, escondido, conocido por sus brujas y su palmera mutante de siete cabezas que se arrastra por el suelo sin asfalto. Definitivamente hay mucho por contar, pero todas estas historias estarían tan enterradas como el pueblo mismo, de no ser por su semillero de guías turísticos, los niños de Cachiche. Estos chicos se saben la historia de las Brujas de memoria, como un paporreteo a ritmo escolar: "JuliaHernándezPechoViudadeDíaz", así se llamó la última de ellas, que murió a los 106 años y que le curó la tartamudez a un diputado iqueño. En agradecimiento, éste les dejó un monumento, dorado como el sol que quema sus pies. Por lo que me cuentan, la palmera está maldita, si le crece la sétima cabeza, Ica se inundará. Y sucedió, por allá por el '98, así que no es mentira. La gente de Cachiche le tiene mucho respeto, por eso la han cercado con alambres y los niños obedecen. Si te sientas en el tronco, te miran con sus ojazos bien abiertos, se asustan, "eso está prohibido, ahorita sale la señora...". Es más bonito que la historia te la cuente un niño, por eso algunos vienen desde la Huacachina, pues también son jaladores para los carros tubulares y otros, que son de por ahí, tienen guías conocidos de otros lados que les traen gente. Estos chicos son muy pilas. A veces arman pequeños grupitos "me toca a mi, me toca a mi", ya está bien, te toca a ti y después a ti (Reparto propinas). Finalmente logran convencerme y me dejo llevar a la Casa del Diablo. Pero esa historia sí no se las voy a contar. Tienen que ir. Les va a costar un poquito más porque está lejos, hay que ir en carro y seguro se colarán al menos dos chiquillos.